lunes, 27 de mayo de 2013

Vídeos.

Aquí os dejo un par de vídeos en los que estoy recitando alguno de mis poemas.




El primer poema pertenece a mi libro La destrucción o el amor, y el segundo pertenece a mi libro Poemas de la consumación.

Poemas sueltos.

Además os dejo unos cuantos poemas sueltos de mi obra.

EL AIRE

Aún mas que el mar, el aire,más inmenso que el mar, está tranquilo.Alto velar de lucidez sin nadie.Acaso la corteza pudo un día,de la tierra, sentirte, humano. Invicto,el aire ignora que habitó en tu pecho.Sin memoria, inmortal, el aire esplende.

EL SOL


Leve, ingrávida, apenas,

la sandalia. Pisadas
sin carne. Diosa sola,
demanda a un mundo planta
para su cuerpo, arriba
solar. No cabellera
digáis: cabello ardiente.
Decid sandalia, leve
pisada; decid sólo,
no tierra, grama dulce
que cruje a ese destello,
tan suave que la adora
cuando la pisa. ¡Oh, siente
tu luz, tu grave tacto
solar ! Aquí, sintiéndote,
la tierra es el cielo. Y brilla.

LA ROSA


Yo sé que estás aquí en mi mano

te tengo, rosa fría.
Desnudo el rayo débil
del sol te alcanza. Hueles,
emanas. ¿Desde dónde,
trasunto helado que hoy
me mientes ? ¿Desde un reino
secreto de hermosura,
donde tu aroma esparces,
para invadir un cielo
total en que dichosos
tus solos aires, fuegos,
perfumes se respiran?
¡Ah, sólo allí celestes
criaturas tú embriagas!

Pero aquí, rosa fría
secreta estás, inmóvil;
menuda rosa pálida
que en esta mano finges
tu imagen en la tierra.

ESPERO QUE OS GUSTEN


miércoles, 22 de mayo de 2013

El álamo

En el centro del pueblo
quedaba el árbol grande.
Era una plaza mínima,
pero el árbol viejísimo
la desbordaba entera.
Las casas bajas como animales tristes
a su sombra dormían. Creeríase
que a veces levantaban una cabeza, alzasen
una noble mirada y viesen aquel cielo de verdor
que hacía música o sueño.
Todo dormía, y vigilante alzaba
su grandeza el gran álamo.
Diez hombres no rodearían su tronco.
¡Con cuánto amor lo abrazarían midiéndolo!

Pero el árbol, si fue en su origen (¿quién lo sabría ya?)
una enorme ola de tierra que desde un fondo reventó, y quédose,
hoy es un árbol vivo. Abuelo siempre vivo del pueblo, augusto
por edad y presencia.
A su sombra yacen las casas, viven,
se despiertan, se abren: salen los hombres, luchan,
trabajan, vuelven, póstrense. Descansan.
A veces vuelven y allí cobijan su postrer aliento.
Bajo el árbol se acaban.
El pueblo está en la escarpa de una sierra.
Arriba Najara.
Abajo la llanura, como una sed enorme de perderse.
Despeñado, colgante, quedó el pueblo agrupado bajo el árbol.
Quizá contenido por él sobre el abismo.
Y sus hombres se asoman
en su materia pobre de siglos
y echan sus verdes ojos, sus miradas azules,
sus dorados reflejos, sus limpios ojos claros y oscurísimos,
ladera abajo, hasta rodar en la llanura insomne
y perderse a lo lejos, hasta el confín sin límites que brilla
y finge un mar, un puro mar sin bordes.
El árbol: un álamo negro, un negrillo, como allí se nombra.
El álamo: "Vamos al álamo." "Estamos en el álamo" Todo es álamo.
Y no hay ya más que álamo, que es el único cielo de estos hombres.